Descubiertas nuevas figuras ornamentales en la Basílica de Santa María
La Asociación de Amigos de la Basílica, ha localizado nuevas imágenes en los enramados de piedra que a modo de capiteles decoran con su friso los baquetones a la altura de la línea de impostas de los arcos (6,35m. de altura). En esta ocasión los adornos se encuentran situados en la nave de la epístola y adosados a la pared a los lados de las entradas a las capillas de la Inmaculada y de San Antonio. Son solo tres y no tienen correspondencia con los nervios de la nave del evangelio, es decir que no hay simetría. Los adornos de las capillas de la nave del evangelio son mucho más sencillos y llaman menos la atención Quizá esto haya retrasado el descubrimiento de estas otras.
De hecho hay tres espacios, pero solo dos están decorados con animales, el tercero es un prodigio de simetría geométrica con una base de flores cuadradas y unas elegantes hojas de diseño flamígero sobre un borde tórico de aspecto cintado. El borde tórico superior y el remate son lisos. Según apreciación del museo diocesano es un elemento nuevo, fruto de alguna restauración del siglo XX.
Lo que llama poderosamente la atención es el tipo de “fauna” que aparece entre los vegetales, de las otras dos piezas similares a las que desvelamos el pasado año en la charla del Arte Inaccesible, que aquí tienen una destacada presencia de cánidos, incluso alados y con cola. Pero quizá la imagen que llama más la atención sea la que por vez primera publicamos, en la que dos seres alados y con cola de dragón, pero con cabeza de perro o león, se muerden o se disputan la comida. Al principio pensamos que eran dos seres iguales, uno cabeza abajo y otro en posición normal.
Pero al ampliar más las fotografías lo que parecía la cabeza del perro de abajo puede interpretarse fácilmente como una figura humana que puede estar siendo devorada por los monstruos alados, la oreja serían las piernas y muslos, y la nariz, la cabeza y los brazos. Quizá sea una estudiada iconografía o simplemente un trampantojo con el que distraerse un rato en las liturgias aburridas pero es un efecto curioso que ha permanecido oculto a nuestra vista durante quinientos años.