Cómplices Literarios realiza un recorrido pictórico y literario a la exposición Blade Runner
El día no pudo ser mejor para la visita que realizamos el pasado domingo 20 de octubre a la exposición de José Abel en el Museo de la Industria Rialia de Portugalete: lluvioso, nublado y con una bruma que lo envolvía todo a medias, un día gris, aunque desde luego no caótico como cabría esperar, más bien el caos pertenecía únicamente a la atmósfera recogida en los cuadros expuestos, cuadros de la ciudad de Bilbao, de su ría y de otras ciudades que cuentan a su vez con la presencia de agua.
La exposición lleva el nombre de Blade Runner, la mítica película de Ridley Scott realizada en 1982, una distopía en una ciudad, ésta sí, caótica, y también obscura y opresiva.
A José Abel, nos dijo, le sorprendió y le impresionó la historia narrada en la cinta, pero sobre todo la ciudad que estaba detrás, que era su escenario. Sin duda, la pudo hacer suya con cierta facilidad porque la ciudad en la que creció, ese Bilbao industrial, humeante sin fin y un tanto tenebroso, tenía algo que emparentaba con la de la película, a pesar de las diferencias.
Pero, ¿qué pasa cuando una ciudad se transforma, como ocurre en esta época postindustrial, hasta el punto de volverse otra, tal como le ha ocurrido a Bilbao y sin duda a muchas otras ciudades? Pues que es esa ciudad que vio de pequeño, cuando bajaba con su madre de Zabala, la que se le quedó en su memoria y la que plasma en su obra, nos cuenta, a pesar de los cambios y aun cuando pinte la ciudad actual, al fin y al cabo se trata de «lo que veo en mi interior, no lo que veo en la foto», es la ciudad que ha perdurado más allá de los cambios.
Las palabras que más repitió José Abel en sus explicaciones fueron: gris, caos y agua. Puede parecer que la combinación de las tres lleva a una fealdad decadente o a una decadencia fea, pero de lo que se trata es de «hacer algo bonito de algo feo», tal es quizá la función del arte, además de la reflexión, y en la que también cabe la esperanza, como queda reflejado en uno de los cuadros, el de Sarajevo.
Fuimos compaginando la contemplación de los cuadros –Bilbao, París, Londres, Berlín, Sarajevo, Budapest, Shanghái y Beijing– y las explicaciones del pintor con lecturas de textos de autores locales y foráneos, creando entre quienes participábamos una atmósfera de enorme complicidad. Sin duda, nos permitirá contemplar la ciudad de otra forma, con mayor sinceridad, entre líneas.